ROSARIO DE LA LIBERACIÓN
ROSARIO DE LA LIBERACIÓN
Unas de las tantas riquezas espirituales que posee nuestra iglesia fundada por Jesucristo podemos señalar la mas destacada,unas de las devociones mas noble del Cristianismo y el mas detestable por el malo ,es unas de la bomba atómica de gran eficacia cuando persevera en ella,en esta oración te purifica y aquel proceso te vendrán pruebas,sueños y muchas cosas mas y si tu fe es débil la renuncia del mismo y entonce el mal habrá ganado momentáneamente ,pero animo levántate y toma esta pequeña arma y comienza nuevamente a usarla.
LIBERACIÓN
En tus brazos amorosos Madre Inmaculada
confiamos los frutos espirituales
de este Rosario de la Liberación
INTRODUCCIÓN
“Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” (Juan 8,36)
El mundo de hoy que con frecuencia es invadido por sectas satánicas, o corrientes orientales y superstición a donde acuden hasta por curiosidad mucha gente, deja considerables daños de carácter obsesivo y de opresión del maligno, la razón es porque estas prácticas son abominables a los ojos de Dios como dice el texto sagrado: “Cuando hayas entrado en la tierra de Yahvé, tu Dios te da, no imites las malas acciones de aquellos pueblos. Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; que no haya adivinos, ni nadie que consulte los astros, ni hechiceros, que no se halle nadie que practique encantamientos o consulte espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yahvé aborrece a los que hacen estas cosas y precisamente por esa razón los expulsó de ti” (Dt. 18,9-12).
Hoy con mucha alegría queremos compartir contigo, con la certeza de que encontrarás liberación a tus problemas, obsesiones y opresiones, una experiencia poderosa que el Señor está realizando en nuestro medio a través del Rosario de la Liberación
(El vocablo rosario se emplea en este libro con el sentido de tercio de rosario) Este Rosario se basa en la Palabra de Dios y debe rezarse con fe para glorificar el nombre poderoso de Jesucristo nuestro Señor y pedirle la cura, la salvación y la liberación.
Podemos rezar el Rosario de la Liberación intercediendo por aquellos que el Señor coloque en nuestro corazón.
Debemos por lo tanto, rezarlo por nosotros mismos, para que seamos purificados en la Sangre de Jesús, a través de la oración ¡Jesús, ten piedad de mí!Solamente así seremos canales abiertos a la gracia de Dios.
El Rosario de la Liberación debe rezarse por una intención cada vez que se reza: conversión, matrimonio, familia, salud, trabajo, parientes, amigos, enemigos (que no deben existir), etc. Cada intención debe corresponder a una tercera parte del Rosario. Cuando se reza con el corazón y con la fe en el poder liberador y curador de la Palabra de Dios y del nombre de Jesús, la intercesión toca el corazón de nuestro Dios porque se realiza en el nombre de Jesús y de acuerdo a la Palabra de Dios, y su efecto se hace sentir rápida y poderosamente.
La oración del Rosario de la Liberación dura aproximadamente ocho minutos.
“Cómo descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mi de vacío, sino que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié” (Is. 55,10-11).
“Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Marcos 11,24).
¡Atención! La oración del Rosario de la Liberación no excluye, absolutamente, la maravillosa devoción al Rosario de Nuestra Señora.
Los textos básicos usados en el Rosario de la liberación son los siguientes: Marcos 10,46-52; Lucas 18,9-14; Juan 8, 36; Is. 53,4-5.
O R A C I Ó N
Señor Jesús, queremos alabarte y agradecerte el que Tú, por tu misericordia y piedad, suscitaste esta oración poderosa que produce frutos maravillosos de salud, salvación y liberación en nuestra vida, en nuestra familia y en la vida de las personas por las que oramos.
¡Gracias, Jesús por tu infinito amor por nosotros!
Padre Celestial, nosotros te amamos, Padre, con toda la confianza de hijos: nosotros nos acercamos a Ti en este momento y clamamos un gran derramamiento de Espíritu en nuestro corazón.
¡Padre! Queremos vaciarnos de nosotros de nosotros mismos para que el Espíritu Santo pueda venir sobre nosotros. Por eso, delante de la cruz de Jesucristo, renovamos nuestra entrega total e incondicional, a Ti Pedimos perdón de todos nuestros pecados y los colocamos ahora sobre el cuerpo llagado de Jesús. Nosotros nos vaciamos de todas las aflicciones, preocupaciones, angustias y de todo aquello que nos ha quitado la alegría de vivir. Te entregamos nuestro corazón, en nombre de Jesús.
Padre, colocamos sobre las llagas de Jesús crucificado todas nuestras enfermedades del cuerpo, del alma y del espíritu; las preocupaciones con la familia y con el trabajo; los problemas de orden financiero, matrimonial y todas nuestras angustias, incertidumbres y aflicciones. Señor, clamamos el poder redentor de la sangre de Jesús. Que esta sangre venga sobre nosotros ahora para limpiarnos y para purificar nuestro corazón de toda mala conciencia. ¡Jesús, ten piedad de mí!, ¡Jesús, ten piedad de nosotros!
Sí, Padre, queremos entregarte nuestras voluntades, flaquezas, miserias y pecados; nuestro corazón, cuerpo, alma y espíritu, en fin todo lo que somos y tenemos: nuestra fe, vocación, ministerio.
¡Llénanos con Tu Espíritu, Señor! ¡Llénanos con tu amor, con tu poder y con tu vida!
¡Ven, Espíritu Santo de Dios! ¡Ven en nombre de Jesús! Ven y torna viva dentro de nosotros la Palabra de Dios proclamada a través de la oración del Rosario de la Liberación, y que él opere en cada corazón la gracia de la cura, salvación y liberación, en nombre de Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
NOTA:
Al terminar esta oración damos principio al Rosario de la Liberación rezando el Credo y continuando con las cuentas del Santo Rosario como está indicado.
ROSARIO DE LA LIBERACIÓN
El Rosario de la Liberación se inicia con el Credo y termina con la oración de la Salve. En cada cuenta del Padrenuestro nosotros vamos a proclamar la palabra de Dios. “Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres” (Juan 8,36).
Si, por ejemplo, oro por mí mismo, diré (en cada cuenta del Padrenuestro): si Jesús me libera, seré verdaderamente libre. Si oro por mi familia, diré: si Jesús libera a mi familia, mi familia será verdaderamente libre. ¡Se está proclamando la palabra de Dios! En cada cuenta del Avemaría, oramos:
¡Jesús, ten piedad de mí!
¡Jesús, sáname!
¡Jesús sálvame!
¡Jesús, libérame!
Si oras por tu familia, debes rezar en cada cuanta del Avemaría:
¡Jesús, ten piedad de mi familia!
Jesús, sana a mi familia!
¡Jesús, salva a mi familia!
¡Jesús, libera a mi familia!
En cada cuenta del Padrenuestro:
Si Jesús libera a mi familia, mi familia será verdaderamente libre.
Si oras por una persona, por ejemplo José, harás la siguiente forma: En cada cuenta del Padrenuestro:
Si Jesús libera a José, José será verdaderamente libre.
En cada cuenta del Avemaría:
¡Jesús, ten piedad de José!
¡Jesús, sana a José!
¡Jesús, salva a José!
¡Jesús, libera a José!
Después de rezar el Rosario de la Liberación completo, agradece a Jesús por las bendiciones que Él está derramando sobre ti, sobre aquellos por quienes estás intercediendo.
¿Fácil, no? Verás, al final del Rosario de la Liberación, los efectos de la gracia de Dios en ti mismo, en tu familia o en la vida de las personas por quienes tú has intercedido. El Padre Celestial les dará la salud, la salvación y la liberación.
La intención que coloques, Jesús la oirá. Ten seguridad de que el Señor Jesús oirá tu clamor y atenderá a tus peticiones porque la Biblia dice que la palabra no vuelve a Dios sin producir su fruto (ver Is. 55,11).
Cuando tú Proclamas la Palabra del Señor con fe y arrepentimiento de tus pecados, a través de la oración¡Jesús, ten piedad de mí!, ciertamente una victoria muy grande de Jesús, de su Sangre redentora y de su palabra se manifestará en tu vida y en la vida de aquellos por los que tú has orado. Jesús vivo te sanará, salvará y liberará.
Nosotros creemos verdaderamente en eso, porque Dios es fiel en el cumplimiento de su palabra (ver Jr. 1,12).
Creemos también porque hemos probado en nuestra propia vida los efectos maravillosos de la oración del Rosario de la Liberación, sin contar los centenares de testimonios que nos llegan, diariamente, desde el momento que comenzamos a divulgarlo por el programa de radio Jesús te ama y por los misterios de la comunidad de Alianza Jesús te Ama.
Oremos
Señor Jesús, te pedimos perdón por todos nuestros pecados. Pedimos además, en tu nombre, a Dios Padre, que Él envíe el Espíritu Santo, derramando en nuestro corazón el don de proclamar tu Palabra, con mucha fe y confianza, a través del Rosario de la Liberación. Te pedimos, Jesús, que por tu Padre se manifieste en nuestra vida, que Tú realices milagro y prodigios a través de esta poderosísima oración de fe que no es otra cosa sino la proclamación de tu palabra. Amén. ¡Aleluya!
Nuestro corazón ya comienza a llenarse de alegría y de paz, ¿no es verdad? Si quieres conocer el texto que usamos para proclamar en las cuentas pequeñas, correspondiente en el Avemaría, abre tu Biblia en el Evangelio de San Marcos: “hijo de David, Jesús, ten compasión de mí” (Marcos 10, 47), dijo el ciego Bartimeo a Jesús, cuando oyó esta oración, se detuvo.
Creo firmemente que, cuando tú hagas esta oración con toda confianza ¡Jesús ten piedad de mí!,Jesús se detendrá también.
“Llegan a Jericó. Y al salir de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego estaba junto al camino. Al enterarse que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús ten compasión de mí!” (Marcos 10,46-47).
Jesús se detuvo. Él también va a detenerse a fin de atenderte como lo hizo con el ciego Bartimeo.
“Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ¿qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, ¡que yo vea! Jesús le dijo: vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino” (Marcos 10,51-52).
Así como Jesús se detuvo al oír la oración ¡Jesús ten piedad de mí! Y le preguntó al ciego Bartimeo: “¿qué quieres que te haga?” Y el ciego respondió: “¡Que vea!”, Jesús al oír tu oración ¡Jesús ten piedad de mí! Parará y te preguntará: “¿qué quieres que te haga?” Y tú con toda fe, responderás:
¡Jesús, sáname!
¡Jesús, sálvame!
¡Jesús, libérame!
“¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11,40). Jesús le dijo: “Ve tu fe te ha salvado” (Lucas 18,42).
“Si tuvieran fe como un granos de mostaza, dirías a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar y os obedecería” (Lucas 7,6).
“Ahora, bien sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios a de creer que existe y que recompensa a los que le buscan” (Hb. 11,6).
“¡Todo es posible para quien cree!” (Marcos 9,23).
Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis” (Marcos 11,24).
Jesús atendió el ruego del ciego Bartimeo, del leproso, del centurión que tenía un siervo paralítico… ¡y también atenderá tu petición! “Y dijo, Jesús al centurión: anda; que te suceda como has creído” (Mateo 8,13). ¿Entiendes ahora el poder que hay en la oración del Rosario de la Liberación? ¡Es el poder de la Palabra de Dios en Acción!
Como ya afirmamos, en la oración de este Rosario proclamamos la Palabra de Dios y nuestra fe y confianza en que ella se cumplirá en nuestra vida.
Si Jesús me libera, seré verdaderamente libre.
¡Jesús, ten piedad de mí!
¡Jesús, ten compasión de mí!
¡Jesús, ten piedad de mí!
Esta es la oración más repetida en la Biblia y es la que mueve la mano de Dios a nuestro favor.
Otro texto de la Biblia que refuerza el Rosario de la Liberación es el del publicano y el fariseo:
“Dijo también a algunos, que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola:
Dos hombres subieron al Templo a orar; un fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh, Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador! Os digo que este bajó a su casa justificándose y aquel no. Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado” (Lucas 18,8-14).
Cuando rezamos ¡Jesús ten piedad de mí! Con fe y pidiendo perdón por nuestros pecados, nosotros (o la persona por quien estamos orando) somos lavados por la sangre de Jesús.
¿No te parece, queremos insistir que hay un poder muy grande en la oración del Rosario de la Liberación? Cuando estés orando este rosario, ¡proclamarás las 205 veces el nombre de Jesús!
Para que el nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos; y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (Fl. 2,10-11).
Yo os aseguro: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago y hará mayores aún, porque yo soy el Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo, si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. (Juan 14,12-14).
“Yo os aseguro: lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado” (Juan 16,23-24).
Prueba hoy mismo rezar el Rosario de la Liberación para sanarte cada vez más, salvarte y liberarte cada vez más y no solamente a ti, sino a todo aquel por quien tú intercedes a través de esta oración.
Acuérdate de que cada intención corresponde a un Rosario de la Liberación.
El Señor Jesús nos ha exhortado a hacer la oración en nombre de Jesús ¡Señor Jesús, ten piedad de mí, que soy pecador! Y hemos recibido muchos testimonios del poder de Dios a través de esta oración.
Ahora, nos ha venido al recuerdo un cuento que va a ilustrar lo que estamos diciendo. Allá en el cielo, Jesús estaba muy feliz, entretenido en una gran conversación de amor con Dios Padre y con Dios Espíritu Santo. El amor de Dios fluía del Padre para el Hijo a través del Espíritu Santo y del Hijo al Padre. De repente, Dios Padre le dice a Jesús: “Hijo, espera un poquito… estoy oyendo algo de la tierra. Déjeme oír bien lo que es:
¿Sabes lo que es, Hijo mío? Hay gente allá abajo clamando: ¡Jesús, ten piedad de mí que soy pecador! Vete enseguida junto con el Espíritu Santo, para ver lo que mi hijo en la tierra quiere. No lo dejes llamar por mucho tiempo. ¡Vete inmediatamente a atenderlo! Escucha: ¡Jesús, ten piedad de mí! Está pidiendo en tu nombre y en el nombre de tu sangre, tú sabes, Hijo mío, que no puedo recusar nada que esté de acurdo con mi voluntad y que venga revestido del poder de tu nombre y de tu sangre”.
Es solamente un cuento, pero la verdad es que nuestro corazón puede llegar al trono de Dios porque entre nosotros y Dios está la sangre de Jesús que nos purifica, lava, perdona, santifica y está también el nombre de Jesús que es el nombre que está por encima(de todos los nombres).
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí” (Juan 14,6).
Jesús es el único nombre que tiene poder para salva, sanar y liberar, pues “no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch. 4,12).
¡Aleluya! ¡Gloria a Ti Señor!
La misericordia de Dios se ejerce en favor de la humanidad a través de Jesucristo y del poder de su sangre redentora. En el Calvario, Jesús, al morir por nosotros, pagó el precio de nuestro pecado y nos liberó de la maldición de la ley.
“A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos hacer justicia de Dios en Él” (II Corintios 5,21).
Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose Él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: maldito todo el que está colgado de un madero, a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiremos el Espíritu de la Promesa. (Ga. 3,13-14).
Resucitado de entre los muertos, Jesús venció el pecado, al diablo y a la muerte. Él nos dio la victoria y obtuvo la vida eterna para nosotros, abriendo las puertas del cielo para toda la humanidad. Esta fue la parte de Dios.
“Pero gracias sean dadas a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo” (I Corintios 15,57).
“Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33).
“Todo el que cree que Jesús es el Cristo, a nacido de Dios; y todo el que ama a aquel da el ser, ama también al que ha nacido de Él” (I Juan 5,1).
“Pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. Pues, ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (I Juan 5,4-5).
“Y este es el testimonio: Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida” (I Juan 5,11-12). “Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús por este camino nuevo y vivo, inaugurado por Él para nosotros, a través del velo, es decir, se su propia carne” (Hb. 10,19-20).
Ahora nuestra parte es asumir en la fe esa obra que ya está consumada.
“Por lo tanto si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y cree en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, será salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. (…) Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará (Jl. 3,5)” (Rom. 10,9-10, 13).
Jesús ya cargó nuestras enfermedades sobre su cuerpo y ya fuimos sanados.
“¡Y con todo, eran vuestras dolencias las que le llevaban y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados” (Is. 53, 4-5).
La obra de nuestra cura, salvación y liberación, fue realizada por Jesús en el Calvario.
La misma palabra usada en griego para expresar “salvación” significa también cura y liberación. Entonces, cuando decimos Rosario de la Salvación, nosotros ya estamos hablando de cura, salvación y liberación.
¿Y qué es lo que este rosario hace? Este rosario nos lleva, por la fe, a tomar posesión de la obra de salvación que ya fue plenamente realizada por Jesús en el Calvario, porque en nuestra vida espiritual todo se obtiene a través de la fe en Jesús y en el Poder de su Palabra y de su sangre redentora.
El Rosario de la Liberación no es una fórmula mágica y si la proclamación con fe de la Palabra de Dios. Tomando posesión, por la fe, de esa palabra conseguiremos mover la mano de Dios a nuestro favor. Amén y amén.
Volvemos al Profeta Isaías:
“¡Y con todo, eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros te tuvimos humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados” (Is. 53,4-5).
Este texto de la Biblia dice que Jesús tomó sobre Sí mismo nuestras enfermedades y cargó (¡es pesado!) con todos nuestros pecados y sufrimientos. Fuimos sanados gracias a sus llagas.
Por tanto, Él ya tomó nuestras enfermedades. Muchas veces retenemos esas enfermedades y no las entregamos a Jesús, ¿No es verdad? Él fue herido por Dios y humillado en nuestro lugar y queremos insistir cargó con todos nuestros sufrimientos y nos curó gracias a sus llagas.
Es la Palabra de Dios la que nos afirma que ya fuimos sanados gracias a las llagas de Jesús. Es suficiente, entonces, asumir personalmente y en la fe la obra que Jesús realizó en el calvario a nuestro favor, con su muerte, resurrección, ascensión al cielo y glorificación sentado a la derecha del Padre, para que la cura, la salvación y la liberación de Dios se concrete en nuestra vida.
Y nuestra familia, ¿También ya está sanada, salvada y liberada? ¡Nos vasta creer en Jesús! La Palabra de Dios dice: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” (Hch. 16,31).
Hemos recibido muchas cartas y llamadas telefónicas de gente pidiendo oración para la familia, para el matrimonio, para la educación de los hijos, para los problemas financieros, físicos, conyugales, con los hijos y los parientes, para la liberación de vicios, de drogas, de adulterio, de homosexualidad, etc.
Acuérdate: ¡El Rosario de la Liberación orando con el corazón confiante en el amor de Jesús por nosotros es pura dinamita; es fe en acción! Es fe que hace mover todas esas “montañas” (problemas) arriba citadas y muchas otras “porque ninguna cosa es imposible para Dios”. (Lucas 1,37).
Jesús le respondió: Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si decís a este monte: “Quítate y arrójate al mar” así se hará y todo cuanto pidáis con fe en la oración lo recibiréis” (Mateo 21,21-22).
Vamos a rezar insistentemente el Rosario de la Liberación por nuestra familia. Tenemos seguridad de que, al terminar el Rosario, tú estarás diferente, con más esperanza y alegría en el corazón.
En las cuentas grandes del rosario:
Si Jesús libera a mi familia, mi familia será verdaderamente libre. Clamemos en las cuentas pequeñas del rosario, cincuenta seguidas:
¡Jesús, ten piedad de mi familia!
¡Jesús, sana a mi familia!
¡Jesús, salva a mi familia!
¡Jesús, libera a mi familia!
Es el poder de la fe en el nombre y en la sangre de Jesucristo, nuestro Salvador, el que será colocado en acción.
¡Enseña a otras personas la oración del Rosario de la Liberación y después tú mismo irás verificando el fruto que Jesús producirá no sólo en tu corazón, sino en todos esos corazones!
(Con Licencia Eclesiástica) ¡Qué alegría nos da saber que Jesús ya está actuando poderosamente en nuestra vida, a través del Rosario de la Liberación! ¡Aleluya!
Fuentes:http://cinco
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